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Arquitectura y construcción: 

Las construcciones más antiguas del centro histórico de Montecristi datan del período republicano, producto del intenso intercambio comercial de esos años. Las viviendas empiezan a ser mejoradas utilizándose nuevos materiales industrializados, como los tablones de madera aserrada, las planchas de zinc liso y los bloques de ladrillo y cemento, en lugar de tablas de palma, canas y yaguas.

 La prosperidad originada por el comercio portuario trae además nuevos estilos de construir que enriquecen los modelos tradicionales de la carpintería local y combinan nuevos volúmenes en las edificaciones. Es así como aparecen elementos tomados de la arquitectura neoclásica  populares en Inglaterra, Francia y otros países europeos galerías, buhardillas, mansardas, volúmenes en saliente, etc. – que se añaden a la simpleza de los espacios populares surgiendo magníficas combinaciones, similares a las que aparecen en otras ciudades antillanas pero con rasgos particulares criollos. 

En su mayoría se trata de edificaciones que combinan una gran riqueza de estilos, dando lugar a espacios más amplios y mejor ventilados. Estas incluyen igualmente diversas adaptaciones en volumen, con techos inclinados ya no de dos, sino de 4, 6 y hasta 8 aguas, utilizando como material principal la madera y las planchas metálicas. Un reducido número de estas casas de dos y tres pisos son más singulares aún pues fueron especialmente encargadas por catálogo e importadas por sus propietarios, quienes confiaban su instalación a maestros carpinteros con experiencia e incluso extranjeros. 

Adicionalmente, se popularizó un número importante de variantes decorativas y elementos ornamentales, como los balaustres de madera, las barandas, las puertas persianas y los tragaluces, característicos de la arquitectura antillana.

 

 

Arquitectura y construcción:

El paisaje actual que circunda las principales ruinas de la villa de La Isabela permite recrear las condiciones por las cuales fue escogido el sitio como asentamiento, tanto por las poblaciones autóctonas como por los conquistadores españoles: excelente puerto natural, área de fácil defensa, lugar protegido por elementos naturales y con fuentes de agua potable a poca distancia. 

Tras la decisión de fundar el poblado se dispuso el trazado para ordenar sus calles y se repartieron solares para que los hombres de mayor rango construyeran sus viviendas. El asentamiento original de la villa estaba compuesto de almacén, iglesia, hospital y casa de piedra para el Almirante, todos de arquitectura muy simple, y un poblado militar con viviendas de madera. El resto de los habitantes ocupó un segundo asentamiento civil lejos de la costa donde se construyeron bohíos según el modo indígena. Numerosos huecos de postes de madera fueron encontrados durante las investigaciones. 

El diseño urbanístico de la villa de La Isabela seguía la tradición de fundación de ciudades de la época medieval española con sus calles estrechas e irregulares, concebidas para brindar refugio y protección en el nuevo territorio conquistado. Se presume que este recinto estaba rodeado por un muro de protección y varias torres, de las cuales solo se conservan restos de aquella ubicada al noroeste. 

Los materiales y técnicas de construcción utilizados en el núcleo arqueológico principal obedecían al tipo y uso de las diferentes edificaciones. Entre los materiales de construcción se destacan la piedra, labrada de manera rudimentaria y en algunos casos pulida, la tapia, y la madera y las tejas en techos.  

A pesar de su breve evolución física el poblado indicaba la intencionalidad de un primer núcleo urbano, con edificaciones de uso público de escala y dimensiones mayores que las de las viviendas. Las diversas investigaciones han podido localizar igualmente otros elementos estructurales insinuados pero no mencionados en las crónicas históricas, tales como el muelle, la herrería y el sector del astillero para la “construcción de carabelas”, la cantera de abastecimiento para las piedras, al igual que un pozo artesiano y un horno para la elaboración de tejas. 

A pesar de haber sido muy limitada en tiempo y extensión, la investigación arqueológica de 1983 determinó la existencia de tres zonas de interés histórico no conectadas entre sí relacionadas con la antigua villa: la iglesia, el convento y los restos de un ingenio azucarero.

Se reporta que para el año 1540 la iglesia de la villa de Compostela estaba siendo construida con materiales sólidos, luego de pasar por varias reconstrucciones donde se utilizaron materiales de origen vegetal para muros y techo. El arqueólogo e historiador Erwin Walter Palm señala que se trataba de una iglesia de una nave, de piedra y tapia, de 7.70 metros de ancho por 32.20 metros de largo, con ábside semicircular y pequeñas capillas a ambos lados que le daban forma de cruz.

Fray Domingo Fernández de Navarrete narra que en 1614 los franceses robaron y quemaron la iglesia que tuvo que ser reconstruida en piedra ytapia.

En las afueras de la antigua villa se encontraba el Convento de las Mercedes. Esta edificación, construida en piedra y tapia, ha sido arropada por la actual ciudad de Azua, cuyo crecimiento no ha respetado las construcciones coloniales. De hecho, la calle 27 de febrero divide en dos los terrenos del convento, provocando la pérdida de materiales y elementos arquitectónicos. Hoy pueden verse aún los restos en ruinas de de algunos muros.  

El Ingenio de Diego Caballero es un conjunto de construcciones, algunas de ellas restauradas, que en el siglo XVI eran necesarias para producir azúcar de caña en ingenios hidráulicos.

La zona del molino de agua estaba dedicada a la molienda de la caña. En esta zona se encuentran los restos de una estructura construida en piedras y pañetada con una mezcla de cal y arena donde se encontraba la rueda del molino, una acequia construida de ladrillos, un tinaco cerrado para almacenaje de agua construido de mampostería y con cubierta de ladrillo, una canaleta hecha de piedras que sacaba las aguas ya utilizadas, un túnel y diversas rampas.

La zona de la casa de calderas es la más amplia de todas. Allí se encontraban las estructuras más importantes para la fabricación del azúcar: los fogones, construidos en ladrillo y colocados en hilera que eran calentados a base de leña; los depósitos, donde se almacenaban la leña, la ceniza o el bagazo de la caña; un aljibe para almacenamiento de agua y varias canaletas.

La casa de purga es un rectángulo de piedra y tapia de 800 metroscuadrados. Era el lugar donde se almacenaban las hormas de barro hasta que su contenido de azúcar cristalizado se convertía en pan de azúcar. En el caso del Ingenio de Diego Caballero, la casa de purga se construyó en piedra y tapia con un muro central que dividía el espacio en dos. Según las investigaciones arqueológicas estos espacios pudieron haberse utilizado para actividades diferentes.

La zona de los hornos y el torreón incluye tres estructuras: un horno de ladrillos; un horno circular para cocer las hormas de barro; y un torreón circular hecho en piedras, que primero sirvió posiblemente como cárcel y defensa militar y luego como horno de cal.

La acequiaestá construida en piedra y servía a la vez de canal de alimentación de agua y de desagüe. Tiene un ancho de 1.30 metros y una profundidad promedio de 1.50 metros. En algunos puntos se encuentra recubierta de ladrillo y tapia con una terminación de cal, arena y agua (argamasa). Según las investigaciones arqueológicas, la acequia seguía un diseño ondulado que se piensa llevaba hasta el ingenio las aguas limpias del arroyo Sainaguá (canal de alimentación) y conducía las aguas utilizadas hasta el río Nigua (canal de desagüe).

En el área norte del ingenio están ubicadas la casa de Diego Caballero (palacio construido en muros de tapia), la casa del mayoral y posiblemente los barracones de esclavos. De estas estructuras se identifican hoy algunos restos

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